En junio de 2024, un evento inusual capturó la atención de los astrónomos australianos. Una extraña y potentísima señal de radio, detectada cerca de nuestro planeta, fue tan intensa que, por un instante, eclipsó todo lo demás en el cielo. La búsqueda de su verdadero origen ha desatado un debate y ha puesto de manifiesto una vez más el creciente problema de los desechos en la órbita terrestre.
Al principio, la emoción era palpable entre los investigadores. "Estábamos muy emocionados, pensando que habíamos descubierto un objeto desconocido en las proximidades de la Tierra", comentó Clancy James, profesor asociado del Instituto Curtin de Radioastronomía de la Universidad de Curtin en Australia Occidental.
Los datos analizados por James y su equipo provenían del radiotelescopio ASKAP, un impresionante conjunto de 36 antenas parabólicas en el condado de Wajarri Yamaji, cada una de unos tres pisos de altura. Normalmente, este equipo busca en sus datos un tipo de señal llamada "ráfaga rápida de radio" (FRB, por sus siglas en inglés): un destello de energía que emana de galaxias distantes. "Estas son explosiones increíblemente potentes en ondas de radio que duran aproximadamente un milisegundo", explicó James, destacando su naturaleza misteriosa y su potencial para estudiar la distribución de la materia en el universo. Los astrónomos creen que estas explosiones podrían provenir de magnetares, remanentes muy densos de estrellas muertas con campos magnéticos extremadamente potentes.
La Sorprendente Verdad: Un Viejo Satélite Descartado
Sin embargo, la emoción inicial dio paso a la sorpresa y una ligera decepción. La señal parecía provenir de demasiado cerca de la Tierra para ser un objeto astronómico distante. "Logramos determinar que provenía de unos 4.500 kilómetros de distancia. Y obtuvimos una coincidencia bastante exacta con este antiguo satélite llamado Relay 2; existen bases de datos que se pueden consultar para determinar la ubicación de cualquier satélite, y no había otros satélites cerca", reveló James. "Todos estábamos un poco decepcionados, pero pensamos: 'Un momento. ¿Qué produjo esto?'".
El Relay 2 es un satélite de comunicaciones experimental lanzado por la NASA en 1964. Funcionó durante tres años, retransmitiendo señales entre Estados Unidos y Europa y transmitiendo los Juegos Olímpicos de Verano de 1964. Pero en 1967, con su misión concluida, se convirtió en basura espacial, orbitando nuestro planeta sin rumbo fijo durante décadas, hasta que James y sus colegas lo vincularon con la extraña señal detectada el 13 de junio.
La Explicación Científica: Cortocircuitos y Descargas
La clave para darse cuenta de que la fuente no era una anomalía galáctica lejana fue la imagen borrosa generada por el telescopio, una representación gráfica de los datos. "La razón por la que obteníamos esta imagen borrosa era porque la fuente se encontraba en el campo cercano de la antena, a unas pocas decenas de miles de kilómetros", dijo James. Las señales de objetos cercanos llegan con un "frente de onda curvo" a las antenas, a diferencia del "plano" de las señales distantes, lo que causa la borrosidad.
Al corregir esta distorsión, la señal se reveló como "unas 2.000 o 3.000 veces más brillante que todos los demás datos de radio que nuestro instrumento detecta; era, por lejos, el objeto más brillante del cielo", a pesar de durar solo unos 30 nanosegundos, con su parte principal concentrada en apenas tres nanosegundos.
Los investigadores proponen dos teorías para una chispa tan potente, publicadas en la revista The Astrophysical Journal Letters:
Descarga Electrostática (Teoría principal): La causa más probable fue una acumulación de electricidad estática en la superficie metálica del satélite. Esta carga, similar a la electricidad estática que se genera al frotar los pies en una alfombra, se liberó repentinamente en un cortocircuito. "Sabemos que las descargas [electrostáticas] pueden ser bastante comunes", dijo James. Aunque inofensivas para los humanos, pueden dañar las naves espaciales.
Impacto de Micrometeorito (Menos probable): Una causa menos probable sería el impacto de un micrometeorito (una roca espacial de no más de 1 milímetro). El impacto podría convertir los restos en plasma, un gas extremadamente caliente y denso que puede emitir una breve ráfaga de ondas de radio.
El Desafío de la Basura Espacial y las Observaciones Futuras
El descubrimiento de que los satélites pueden emitir tales ráfagas de radio plantea un doble desafío. Por un lado, abre la puerta a nuevas formas de monitorear fenómenos extraños en los satélites y comprender el entorno espacial cercano. Por otro lado, suma un nuevo nivel de complejidad al ya grave problema de la basura espacial.
Desde el inicio de la era espacial, casi 22.000 satélites han alcanzado la órbita, y poco más de la mitad siguen funcionando. A lo largo de las décadas, los satélites inactivos han colisionado cientos de veces, creando un denso campo de escombros y millones de diminutos fragmentos que orbitan a velocidades de hasta 29.000 kilómetros por hora.
"Intentamos ver básicamente ráfagas de nanosegundos provenientes del universo, y si los satélites también pueden producirlas, tendremos que ser muy cautelosos", advirtió James, sobre la posibilidad de confundir las ráfagas de satélites con objetos astronómicos. "A medida que se lanzan más satélites, este tipo de experimento se vuelve más difícil".
Expertos como James Cordes de la Universidad de Cornell y Ralph Spencer de la Universidad de Manchester, que no participaron en el estudio, coinciden en la plausibilidad de la explicación. El estudio subraya la necesidad de un análisis cuidadoso para distinguir las señales astrofísicas de las generadas por objetos humanos en el espacio. Futuros telescopios, como el Square Kilometre Array de baja frecuencia (SKA-Low), en construcción en Australia, prometen arrojar más luz sobre estos nuevos fenómenos y la creciente complejidad de observar el cosmos desde una órbita terrestre cada vez más poblada.