Ghislaine Maxwell, expareja del fallecido financista Jeffrey Epstein, cumple actualmente una condena de 20 años de prisión en Estados Unidos desde 2021 por conspirar con el magnate durante casi una década para facilitar sus crímenes de tráfico sexual de menores. La británica, de 63 años, es la única persona que cumple pena por estos hechos, a pesar de que se presume la existencia de una amplia red controlada por Epstein, quien fue hallado muerto en agosto de 2019 en su celda de una cárcel en Nueva York mientras esperaba ser juzgado.
La historia de Maxwell es un drástico descenso desde las cimas de la sociedad británica y estadounidense hasta convertirse en el centro de uno de los escándalos más oscuros y controvertidos de los últimos tiempos.
Infancia de lujos y cambio de rumbo tras la muerte de su padre
Antes de terminar confinada en una prisión de Tallahassee (Florida) y envuelta en este notorio escándalo, Ghislaine Maxwell era una destacada 'socialité' en Reino Unido. Creció como la hija del notorio magnate de los medios, Robert Maxwell, cuyo vasto imperio incluía el influyente periódico Daily Mirror y la editorial Macmillan. Su infancia transcurrió en una enorme mansión, que ahora forma parte de la Universidad de Oxford, en medio de suntuosas fiestas a las que asistían políticos, famosos y figuras de los medios, según recoge la BBC.
Durante la década de 1980, Maxwell asistió al Marlborough College y a la prestigiosa Universidad de Oxford, donde se dedicó al estudio de historia moderna y lenguas. Tras graduarse, su padre la nombró directora de un club de fútbol de su propiedad, el Oxford United, y le creó su propia empresa de suministro de regalos corporativos. En ese entonces, mantuvo una relación con el aristócrata italiano Gianfranco Cicogna y fundó un exclusivo club privado para mujeres, consolidándose como miembro destacado de la escena social londinense.
En noviembre de 1991, su vida dio un vuelco inesperado con la misteriosa muerte de su padre, Robert Maxwell, cuyo cuerpo fue encontrado sin vida en el mar, cerca de las islas Canarias (España), aparentemente tras caer de su yate. Aunque sus hermanos aceptaron la posibilidad de un accidente o suicidio, Ghislaine insistió en que fue un asesinato. En ese momento, Robert Maxwell enfrentaba graves problemas financieros y, tras su fallecimiento, fue acusado de malversar enormes sumas de dinero de los fondos de pensiones de sus empresas, señala AP.
La familia Maxwell se vio obligada a pagar unos 132 millones de dólares para el rescate del fondo, y en 1992, dos de sus hermanos fueron arrestados y acusados de fraude. A pesar de que Ghislaine defendía la inocencia de su padre, el Reino Unido se convirtió en un lugar poco acogedor para ella. Fue entonces cuando decidió reinventarse en Nueva York, donde rápidamente se transformó en una figura prominente de la élite de Manhattan y, crucialmente, conoció a Jeffrey Epstein.
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"La mano derecha de Epstein": Condena y legado
El romance entre Ghislaine Maxwell y Jeffrey Epstein, que comenzó a principios de los años 90, fue considerado mutuamente beneficioso. Maxwell, quien ya se codeaba con importantes figuras estadounidenses, le presentaba a Epstein a sus amigos ricos y poderosos. A cambio, Epstein ponía a su disposición el capital necesario para financiar el estilo de vida que ella deseara, ya que documentos judiciales señalan que la británica "no era una persona particularmente rica" cuando lo conoció.
Los detalles exactos de su relación, su inicio, duración y desarrollo, son difíciles de precisar. Sin embargo, los fiscales aseveran que Maxwell jugó un "papel fundamental en el horrible abuso sexual de múltiples jóvenes adolescentes" entre 1994 y 2004. Además de su presunto vínculo íntimo, Ghislaine era descrita como la administradora de la casa del magnate, supervisora del personal, encargada de las finanzas y coordinadora social de sus actividades.
Las autoridades consideran su cercanía con el financista un factor crucial en su patrón de abusos, señalándola de buscar y manipular víctimas para él. La caracterizaron como "una depredadora sexual" y "la mano derecha de Jeffrey Epstein", aunque ella insiste en que fue tratada como un chivo expiatorio. Finalmente, un jurado la condenó en 2022 por tráfico sexual, conspiración y transporte de un menor para actividad sexual ilegal, un destino denigrante para una mujer que había pasado la mayor parte de su vida rodeada de comodidades, lujos y riqueza. Su historia se ha convertido en un símbolo de la corrupción en las altas esferas y la impunidad, hasta su condena, de los involucrados en la red de Epstein.