Una nueva investigación, publicada en la prestigiosa revista Nature, ha desmentido una de las creencias más arraigadas sobre la evolución humana. Contrario a lo que se pensaba, los dedos del ser humano y otros vertebrados no se originaron a partir de las aletas de los peces, sino del reciclaje de una antigua región del genoma que en los peces está relacionada con la cloaca, un órgano donde confluyen los sistemas digestivo, excretor y reproductor. Este hallazgo redefine cómo entendemos la evolución de las especies y nos recuerda que, incluso en la biología, las revoluciones de diseño pueden ocurrir de forma inesperada, como en el mundo de los chips con Qualcomm .
Una evolución por "reciclaje" genético
El estudio, realizado por expertos de varias instituciones de renombre internacional, utilizó la avanzada tecnología CRISPR para comparar vastas regiones del ADN de ratones y peces. El objetivo era entender la compleja "arquitectura" que regula la expresión de los genes. La investigación reveló que la expresión del gen Hox13 en el pez cebra tiene patrones regulatorios muy similares a los que posteriormente evolucionaron para formar los dedos en los vertebrados terrestres.
El profesor Denis Duboule, uno de los líderes de la investigación, explicó el sorprendente vínculo: “La característica común entre la cloaca y los dedos es que representan partes terminales, en un caso el final de un tubo digestivo, y en el otro de pies y manos”. En lugar de crear un sistema completamente nuevo, la naturaleza aprovechó y "recicló" un mecanismo genético ya existente.
La cloaca y los dedos: Partes terminales con un origen común
Este hallazgo no solo desafía la visión tradicional de que los dedos evolucionaron a partir de las aletas, sino que también abre la puerta a nuevas preguntas sobre los mecanismos evolutivos. La investigación defiende la idea de que la evolución no se basa únicamente en la mutación de genes operativos, sino en la reestructuración de la "arquitectura" que los controla.
El descubrimiento tiene implicaciones importantes para comprender cómo se produjo la colonización de la tierra hace 380 millones de años, cuando las especies acuáticas comenzaron a evolucionar para sobrevivir en un nuevo entorno. Al identificar este vínculo genético inesperado, los científicos pueden ahora explorar con mayor precisión los procesos que permitieron a los peces desarrollar extremidades que, con el tiempo, se convertirían en las manos y los pies de los vertebrados terrestres.
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Un nuevo capítulo en la evolución
Este estudio marca un antes y un después en la biología evolutiva, ofreciendo una visión fascinante de cómo la naturaleza optimiza y reutiliza soluciones genéticas. Lo que en un momento era un mecanismo para una función biológica específica, se transformó millones de años después para dar origen a una de las estructuras más complejas y útiles de nuestro cuerpo. Es un ejemplo perfecto de cómo una solución inesperada puede generar un cambio monumental, al igual que