Venezuela, en su día a día, muestra signos de una creciente normalización. Sus habitantes continúan con sus rutinas, el comercio se reactiva y la vida social retoma su curso en muchas esferas. Sin embargo, en medio de esta aparente cotidianidad, la irrupción de plataformas como TikTok, aunque fuente de entretenimiento y conexión, se ha convertido también en un vehículo potente para la propagación de noticias falsas (fake news) y desinformación. Para un sector de la población, esta exposición constante a contenido no verificado puede crear una realidad paralela y distorsionada, desvinculándolos de la experiencia generalizada del país y afectando profundamente su salud mental.
La avalancha de información, a menudo sensacionalista y sin fundamento, puede generar en estas personas un estado de ansiedad crónica, estrés y desesperanza, a pesar de los indicios de estabilidad en su entorno directo. Sienten una incapacidad de distinguir la verdad de la ficción, lo que erosiona su confianza en la propia percepción de la realidad. Esta "infoxicación" no solo distorsiona la visión del mundo, sino que puede agravar condiciones preexistentes de salud mental, como la depresión y los trastornos de ansiedad, creando una desconexión entre su mundo interior y la realidad exterior del país que sigue su curso. Este fenómeno de desinformación masiva en redes sociales es un desafío global, y su impacto en la percepción de la realidad es tan crucial como las conversaciones sobre el
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La desconexión con el "día a día": Un desafío para la salud mental
En Venezuela, la percepción de la realidad puede ser compleja. Mientras muchos ciudadanos navegan un día a día con desafíos pero también con un sentido de continuidad y adaptación, existen individuos que, a través de la exposición constante a fake news, construyen una narrativa de crisis y caos persistente que no siempre se alinea con la experiencia general. Las redes sociales, y TikTok en particular para las generaciones más jóvenes, se han convertido en una fuente principal de "información", a menudo no verificada. Esta dependencia expone a los usuarios a narrativas manipuladas que pueden exacerbar el miedo, la ira y la frustración, incluso cuando hay signos de progreso o estabilidad.
Para aquellos atrapados en esta burbuja de desinformación, la búsqueda de identidad y pertenencia, combinada con la presión social y la necesidad de información rápida, puede hacerlos más susceptibles a absorber contenido sin discernimiento. Esto no solo afecta su percepción de la realidad nacional, sino que también puede traducirse en síntomas físicos de estrés, como insomnio, fatiga y problemas de concentración. Para mitigar estos efectos, es crucial fomentar la alfabetización mediática y el pensamiento crítico. Es fundamental educar a los usuarios sobre cómo verificar la información, ser conscientes del impacto de las redes en su bienestar y buscar activamente fuentes diversas y verificadas. Iniciativas que promuevan la educación digital y el uso responsable de las plataformas son esenciales para ayudar a la población a discernir la realidad y fortalecer la resiliencia en un entorno digital cada vez más complejo, un objetivo tan vital como la necesidad de proteger la salud mental, evidenciado por la trágica historia de